Así es el liderazgo: conozca a Marcelina Solís, partera y médica tradicional en Colombia que con su labor ha logrado prevenir y contener el contagio del Covid-19

Marcelina ha perdido la cuenta de cuántos bebés ha ayudado a nacer. En tiempos de Covid-19 atendió los partos de mujeres que no pudieron acceder al servicio de salud.

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Generación tras generación las poblaciones aisladas en el pacífico colombiano, en donde las brechas de desigualdad acechan a diario, han hecho de la partería y la medicina tradicional una de las labores más reconocidas e importantes para las comunidades afrodescendientes que habitan ese territorio. 

Marcelina Solís Rodríguez tiene 67 años, contextura gruesa, voz tranquila y manos fuertes, las mismas que le han ayudado a traer a decenas de niñas y niños a este mundo, una cuenta que, según ella, ya olvidó, pues lleva más de 40 años en esta bella tradición: “lo que sí recuerdo bien, es que el primer parto que atendí fue el de una bella niña que hoy tiene 42 años”, dice.   

La partería del pacífico colombiano es un legado de los antepasados, es un don que mantiene viva su cultura e identidad.  Luego de una larga lucha por el reconocimiento y la inclusión de la práctica tradicional, la partería fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación.  Hoy el Sistema General de Salud en Colombia reconoce la partería tradicional como una aliada indispensable para la atención a mujeres gestantes que no tienen la posibilidad de acceder fácilmente a centros hospitalarios, así como establece estrategias de formación y capacitación que mejoren la práctica. 

Juntanza de mujeres en la Fundación Chiyangua

En el año 2011 la violencia armada desterró a muchos habitantes, entre ellos a Marcelina, sus dos hijas y su hijo, del corregimiento de Santa Clara, comunidad del Alto Guapi en la Costa Pacífica del departamento del Cauca de donde es oriunda.  Asegura que su territorio fue poco a poco invadido por personas extrañas (grupos armados al margen de la ley) que “repartían bala al desayuno, al almuerzo y a la comida”.  Desplazada y con su familia al hombro, llega al municipio de Guapi que la ha acogido durante todos estos años, ahí conoce a la Fundación Chiyangua, una organización comunitaria que trabaja por el liderazgo y la participación efectiva de las mujeres en el territorio, y desde ese espacio organizativo lidera hoy los procesos que tienen que ver con la medicina tradicional y la partería.  

Durante la pandemia por el Covid-19, la violencia y los riesgos para las mujeres parteras se han agudizado.  El desafío parece triplicarse: el aislamiento, la falta de atención especializada de los centros de salud, sumado a la condición de riesgo de contagio, son algunas de las preocupaciones que han tenido que sobrellevar. “Ha sido muy duro porque la pandemia nos aisló más y aun así hemos tenido que atender muchos partos en medio de la zozobra que produce el contagio”, dice Marcelina.

Testigos de un conflicto que ha empezado a recrudecerse en muchos lugares del país, sobrevivientes de otras pandemias, las parteras a través de sus saberes y conocimientos han logrado mitigar el impacto mental y físico que han tenido las mujeres gestantes y neonatos en el marco de estos contextos. Aún en muchos rincones de Colombia estas valientes mujeres se encuentran trabajando silenciosamente de manera incansable en la primera línea de respuesta.

Afianzando la práctica ancestral

Marcelina hace parte del proyecto ‘Empoderamiento de las mujeres del Pacífico Caucano para la movilización y promotoría de estrategias de comunicación comunitaria para la prevención de la Covid-19 y el rescate de prácticas ancestrales’ liderado por la Fundación Chiyangua con el apoyo de ONU Mujeres y WPHF Women's Peace and Humanitarian Fund, el cual ha sido un oportunidad en medio de tanta adversidad para las mujeres de este territorio.    

El trabajo articulado en este proyecto ha permitido consolidar el liderazgo de las mujeres a través de la apropiación de conocimientos y capacidades con el fin de divulgar y sensibilizar en temas de prevención de la Covid-19, las violencias basadas en género y el trabajo del cuidado que recae mayoritariamente en las mujeres.

Marcelina, gracias al proyecto, ha afianzado su práctica ancestral para que esta siga siendo eje central en la apuesta por la transmisión de saberes.  “El proyecto nos ha permitido trabajar desde y para las mujeres negras de mi territorio porque es importante continuar con este legado, que nos invita a trabajar con nuestras plantas medicinales y a divulgar nuestros saberes ancestrales”, comenta Marcelina. 

     

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